viernes, 23 de noviembre de 2018

Kimberlyn Nuñez

Comunicación y educación:
 Una relación necesaria Los medios de comunicación y la educación están vinculados desde el mismo momento en que los medios ocuparon un lugar importante en la transmisión de información y conocimientos, tarea hasta el momento reservada a la escuela, la familia y otras instituciones sociales. El primer desafío que debe afrontarse en la educación del siglo XXI es un cambio de mentalidad y actitud, tanto en los alumnos como en los profesores. Frente a la identificación tradicional de la educación como la transmisión de conocimientos, se impone un nuevo concepto: el de la gestión del conocimiento. Eso significa que el alumno debe acceder a las informaciones necesarias, saber seleccionarlas, articularlas y aplicarlas a un determinado objetivo. Los medios de comunicación son una importante herramienta para conseguirlo. Compartir Mar de Fontcuberta Doctora en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona, profesora y Subdirectora de Investigación y Posgrado de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile. [mdefont@puc.cl]   La relación entre comunicación y educación se da desde el origen mismo de ambos conceptos: no puede entenderse la tarea educativa sin una acción comunicativa. No hay quién enseñe si previamente no comunica. Sin embargo, si nos referimos a la educación y los medios de comunicación, nos encontramos con que han estado vinculados desde el
mismo momento en que éstos ocuparon un lugar importante en la transmisión de información y conocimientos, tarea hasta entonces reservada a la escuela, la familia y otras instituciones sociales. «Tanto en el proceso de adquisición y transmisión de información como de conocimientos, los medios juegan un papel fundamental, hasta el punto que se constituyen en referentes imprescindibles en el ámbito educativo a la hora de obtener una determinada conceptualización del mundo. Se han convertido en vehículos fundamentales de circulación de conocimiento y por ello son un factor imprescindible en la educación no formal a la hora de seguir nuestras pautas culturales. Queramos o no somos seres mediáticos y pertenecemos a una cultura que no puede entenderse ni existe al margen de la comunicación.»1 La presencia progresiva de los medios en la vida de las personas provocó que las relaciones entre comunicación y educación fueran conflictivas. Hubo dos tipos de desencuentros: a) uno provocado por criterios divergentes a la hora de conceptualizar y delimitar el espacio académico de la comunicación y la educación; b) otro debido a distintas perspectivas en la aplicación práctica de sus supuestos teóricos. En el primer caso, la autonomía de la nueva disciplina de la comunicación fue vista en un principio con recelos por otras disciplinas ya consolidadas y con espacios claros de interacción académica y social. Hubo sectores universitarios que consideraron que la comunicación, por sí misma, carecía de bases teóricas y que debía estudiarse desde otros campos como la sociología, la psicología, la educación o la historia. La pugna entre unos y otros para establecer competencias sobre la nueva
disciplina, amén de ser estéril, empobreció la reflexión. En el caso de los medios de comunicación, la situación fue peor, ya que hubo un consenso generalizado en considerar que, para construir sus contenidos, tanto periodísticos como de entretenimiento, bastaban determinadas destrezas técnicas, un cierto conocimiento del uso de las nuevas tecnologías, y una práctica más cercana a un oficio que a una profesión. Lo cierto es que en un principio muchos no supieron (o no quisieron) ver la complejidad que entrañaba la nueva disciplina de la comunicación. Los argumentos por los que se le negaban el pan y la sal en el ámbito académico cayeron en un análisis simplista. Una cosa es hablar de un mundo global y otra, saber dar respuesta a las contradicciones que inevitablemente plantea. Y en este caso, la contradicción reside en el hecho de aceptar, por una parte, que estamos en la denominada sociedad de la comunicación, y negar, por la otra, que su estudio pueda aportar una perspectiva nueva al conocimiento.


Kimberlyn
 Nuñez

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